domingo, 17 de enero de 2010

Un filósofo en pantalón corto (entrevista de 2008 en la revista Ciclismo en Ruta)

Reproducimos una entrevista del 2008 de José Antonio Díaz a Beltrán en la revista Ciclismo en ruta que nos permite conocer un poco mejor al campeón jienense.

Ha ayudado a ganar la Vuelta a Tony Rominger y el Tour a Lance Armstrong. Ha tirado de Abraham Olano en las cuestas y ha compartido habitación -cada uno en su cama, claro está- con Zülle, Escartín, Freire y Heras. Hablamos de Triki Beltrán, un ciclista con mucha “vida” a sus espaldas. Tanta como esos quince años que lleva dando pedales por las carreteras de medio mundo.

Han pasado quince temporadas ya desde que Manuel Beltrán (Jaén, 28 de mayo de 1971) diese sus primeras pedaladas como profesional en el seno de aquel súper equipo que fue el Mapei-GB de 1995. Nos conocimos aquel mismo año, en la Vuelta a China. Por entonces él era un neo recién llegado a este circo. Un hombre joven que apenas se atrevía a aventurarse por las calles aledañas a la pequinesa avenida Jianguomenwai, donde se ubicaba el lujoso Hotel China World en el que nos alojábamos. Beltrán comenzaba a escribir el libro de su vida deportiva. Páginas en blanco que ahora, muchos años después, están repletas de vivencias. Desde entonces hasta acá ha conseguido algunas victorias (como la general de la Volta a Catalunya en 1999, o una etapa en la cotizada Vuelta al País Vasco en 2007) y un buen número de grandes puestos en carreras como la Vuelta, el Giro o el Tour. Pese a todo, Beltrán mantiene aquella humildad que le caracterizaba, habiendo ganado madurez, vida y conocimiento de sí mismo. Por eso, nada mejor que filosofar un poco con este veterano del pelotón.

Tras quince temporadas como profesional, ¿qué espera de 2008?

Me gustaría tener los mismos resultados de 2007, claro. Sería magnífico alcanzar el mismo estado de forma, por lo menos eso. A partir de ahí, si además consiguiera sumar otra victoria como la que obtuve el año pasado en el País Vasco, pues eso ya sería de sobresaliente.

¿Ahora, con el paso del tiempo, hay que entrenar más para estar al mismo nivel que hace unos años?

Bueno, el ciclista que como yo tiene ganas de hacerlo bien cae en una rutina de trabajo en la que entrena y entrena sin pensar en otra cosa. Así, entras en una dinámica en la que con el paso del tiempo vas aprendiendo cómo hacer bien tu trabajo. Sabes cómo prepararte y al tiempo ves que, lógicamente, ahora tienes que entrenar incluso más para estar como estabas antes con menos esfuerzo.

¿Y la familia no tira para atrás, no dan ganas de decir basta a una vida tan ajetreada?

Claro que tira. Yo he siempre he sido muy hogareño, muy de estar con mi familia y mis amigos, pero al mismo tiempo muy profesional. Entonces sé que la oportunidad que tengo de vivir como vivo ahora, de hacer lo que hago, se me escapará cuando deje de vestir de corto.

Sí, mira Cipollini, con 41 años ha vuelto. Buscar otra vida tras tantos años de estar montado sobre la bici tiene que ser difícil.

Bueno, a todos nos tiene que llegar el momento de la retirada, pero yo entiendo a Cipollini y más con las condiciones económicas que (parece) le han ofertado. Si Mario puede correr la Milán-San Remo, pues aunque haga el cuarenta ya habrá justificado su vuelta. Para mí Cipollini no se equivoca. Está ganando un sueldo y está haciendo lo que le gusta, ¿qué más se puede pedir?

¿Piensas que un ciclista como él aún tiene algo que aportar?

Sí, y creo que ese es un valor muy positivo del ciclismo italiano. Ellos valoran mucho la sabiduría, la experiencia del ciclista veterano que ayuda al joven, diciéndole por aquí sí, porque aquí no… Yo, por ejemplo, en mi carrera deportiva he tenido la suerte de contar con maestros de verdadero lujo. Empecé en el 95, compartiendo habitación con Tony (Rominger), luego estuve con mi buen amigo Abraham (Olano), con quien aprendí a pasos agigantados...

¿Esa figura de mentor es la que tú desarrollas ahora en Liquigas?

Hombre, ahí está para quien la quiera aceptar, lo que pasa es que los jóvenes de ahora no se dejan aconsejar… Me da mucho coraje, porque los ciclistas jóvenes… Yo no me veo reflejado en ellos ahora mismo, en esa juventud que está viniendo, pero para nada. Yo tenía compañeros de habitación y de equipo como los Arsenio González, Mauleón o Etxabe a los que no se te ocurría vacilarles. Hoy en día, le dices al chico que tienes de compañero: “haz el favor de apagar el teléfono, porque esta noche has recibido quince mensajes de tus colegas que estaban de marcha”, y encima te responde que porqué tiene él que apagar el teléfono, que eres muy quisquilloso y que, ¡jolines!, que el pitido era muy suave… Pero vamos a ver, intentas razonar, si ya no es sólo por el pitido, jodido, sino porque me doy cuenta de que estás más pendiente de lo que hacen tus amigos que están de marcha que por descansar para estar bien en carrera. ¡Madre mía!, pienso muchas veces cuando vuelvo a casa, si a mí en su día Etxabe me dice: “apaga el teléfono”, lo meto en la maleta y no sale de ahí.

¿Quizás cuando tú empezaste se cuidaban más las jerarquías en este deporte?

No, creo que lo que había era más respeto. Se guardaban más las formas y procurabas aprender de los que más sabían. A mí, por ejemplo, si Fede (Etxabe) me señalaba algo que hacía mal, me cuidaba mucho de no repetirlo. Ahora los jóvenes vienen más sobrados. Intentando sobresalir desde el principio, queriendo “inventar” algo cuando aquí ya está todo inventado. Nadie da duros a tres pesetas y se nos olvida lo fundamental: cuidarse, dormir sus ocho o nueve horas, comer en condiciones, entrenar con seriedad, y, en fin, hacer vida de corredor.

¿Eres bastante crítico con los ciclistas jóvenes?

Hombre, no con todos, pero sí que hay cosas que veo, que… Cuando entreno con algunos de ellos veo malas caras porque a alguno no le llevan a la Copa de España, porque dicen que si hay mucho nivel este año, porque se quejan de los recalificados. ¡Pero, vamos a ver, no penséis en eso, tíos, pensad en vosotros! Pero si los recalificados tienen que subir las cuestas lo mismo que todo el mundo, que nadie les va a empujar del culo. Demasiadas excusas para que papá les pase rápido la mano por la espalda y se compadezca, cuando lo que hay que hacer es quejarse menos (mal de muchos, consuelo de tontos) y trabajar más.

En todos estos años, ¿qué ha cambiado de aquel tímido Manolo Beltrán que conocí en la Vuelta a China del 95?

¡Madre mía! Me estás hablando de unos años que para mí supusieron unas experiencias inolvidables. Corrí por todo el mundo y así me aficioné a viajar. A mí no me verás con grandes coches, ni vistiendo Dolce Gabanna o Armani, pero no me importa gastarme el dinero haciendo un viajecito todos los años con mi mujer, porque el viajar te abre la mente. Este año, por ejemplo, estuvimos en Argentina, visitando Buenos Aires, Iguazú y en el glaciar Perito Moreno. Fíjate, la experiencia de vida que te da haber viajado por el mundo y conocer otras culturas y otras gentes. Haber estado en Tokio, en Manhattan, en el Gran Cañón del Colorado. Eso no tiene precio. De hecho, me tiro toda la temporada pensando en el viaje que vamos a hacer en mis diez o quince días de vacaciones y creo que si me tocara un gran premio en la lotería estaría viajando todo el año.

Uff, mucho cambio, ¿no?

Sí, pero si yo siempre lo digo: a mí lo mejor que me ha pasado en la vida ha sido ser ciclista. Procedo de una familia en la que, como se suele decir en Andalucía, ha trabajado hasta el gato. Trabajábamos en el olivo o cuando no había que recoger aceitunas, pues había que trabajar en un pequeño negocio familiar de charcutería, hacer morcillas y demás. Lo mejor que me podía pasar a mí era estudiar… o ser ciclista. Entonces, recogiendo aceitunas, lo único que tenías era un jornal. Se acababa el día, volvías a tu casa y cuando de nuevo salía el sol, volvías a empezar. Nosotros los ciclistas somos unos privilegiados, siempre lo digo. Cuando termino de subir Alpe d´Huez y llego al hotel, estoy cansado, vale, pero el que va a coger aceitunas también se cansa, con la diferencia de que yo estoy corriendo el Tour, estoy bien remunerado y además me consideran un señor… Siempre lo digo y a veces hasta me da un poco pena: los deportistas estamos muy valorados, porque no conozco a nadie que se haya muerto de sufrir encima de una bicicleta o porque le duelan las piernas. Peor lo pasa el pobrecito que, después de estar trabajando nueve horas, ve que le llegan las facturas y no tiene para pagar el piso o la luz, o para poder comer.

Has viajado mucho, claro está, y también cuenta el haberse codeado, compartiendo equipo, con la créme de este deporte.

Sí, con vaya lista. Como para escribir un libro. Empecé con Tony (Rominger) en el macro Mapei del 95, luego vinieron Abraham (Olano), Alex Zülle, Freire, Escartín, Garmendia y Ullrich en el Coast (aunque con el alemán coincidí en pocas carreras), luego pase al US Postal con Lance Armstrong y Heras… Me falta Jalabert. Ése se me escapó… Bueno, como verás he tenido la suerte de compartir equipo con gente muy carismática.

Pregunta con trampa: si tuvieras que quedarte con uno, ¿con cuál te quedarías?

Depende de lo que valorase en cada momento. Por la amistad que hice, sin duda con Abraham. Ahora, por la experiencia fuerte que supuso, pues claro está que con Lance Armstrong. Experiencia que me hizo plantearme cosas hasta de mi propia vida. No sé, fue una sensación de velocidad, como de ser piloto de rally o llevar el volante de un Fórmula 1. Yo no me atrevería a decir quién es mejor, Abraham o Lance, porque lo cierto es que los dos han supuesto mucho para mí.

¿Te han llegado a dar envidia?

Pues claro, no te jode, envidia sana. Yo veía a un tío como Lance llenó de músculos y me miraba a mí mismo, flacucho y espejiñao… Recuerdo una ocasión en la que y Lance nos pasó a Rubiera y a mí un álbum de fotos en el que se le veía a él en la playa, en su casa de Malibu, con sus niñas, que habían crecido mucho. En las fotos también estaba Sheryl Crow (su novia entonces) y Lance aparecía cogiendo a las crías en brazos, en una postura en la que se le marcaban todos los músculos. Entonces, nosotros nos miramos y nos dijimos: ¡joder, mira qué brazos, mira qué hombros!, y, claro, nos reímos. Entonces él quizá pensó que como salía Sheryl en bikini, nos reíamos por eso. Nos quitó el álbum y nos miró como diciendo: ¡eh, vale! Y entonces tuvimos que hacerle ver que no nos reíamos de ver a Sheryl en bikini, sino de su físico tan bestia.

¿O sea que con Armstrong la experiencia trascendió al mero ciclismo?

Pues sí, podría decirse así, porque gracias a él conocí a gente que de otra forma no hubiera llegado a conocer. Personas como Sheryl Crow (la cantante estadounidense que fue pareja de Lance), que siendo de fama mundial, te chocan por lo sencillas que son… Sí, de acuerdo que todos somos iguales, pero es que en el mundo del deporte conoces a algunos personajillos que se creen Dios por darle un poco más deprisa a los pedales, y entonces, cuando tienes la oportunidad de poder compararlos con la sencillez de figuras de verdadera talla mundial como el actor Robbin Williams, una pop-star como Sheryl Crow o el rockero Bono, el cantante de U2, pues te quedas realmente alucinado.

Pero dejemos ya de hablar del ciclismo de color rosa y hablemos también de su versión en negro. ¿Qué pasa con este deporte?

Pues que está claro que los ciclistas estamos sufriendo mucho durante los últimos tiempos. ¿Salida fácil? No. Yo no sé muy bien qué pensar. Por un lado me da la impresión de que esto no hay quien lo arregle, y por otro no me cabe duda de que esto tiene que arreglarse. Pasará, tal vez, mucho tiempo y quizás los villanos de hoy, o, mejor, los que hoy son mártires, serán los héroes de mañana.

¿Entiendes al corredor que ha recurrido al dopaje?

No, no. Yo eso no lo entiendo. No entiendo al corredor que recurre a hacer barbaridades, y cuando se habla de este tema a mí me da hasta vergüenza. ¿Sabes por qué? Porque yo vivo en una población pequeña en la que me consta que la gente me quiere. Cuando después de correr la Vuelta o el Tour vuelvo a casa, recorrer los 300 metros que la separan del videoclub me puede costar un par de horas. Y no exagero. Me encuentro a mi vecino, a un paisano, a un amigo del colegio y todos me preguntan cómo me ha ido. La verdad, y no es por arrogancia ninguna, es que yo estoy encantado con esa gente que ha sacrificado una hora de su tiempo o la siesta para ver a su paisano en la tele. Entonces, cuando pasa algo tan gordo como lo de Vinokourov o Kashechkin, cuando hablan del dopaje en el ciclismo, pues no quiero que me vean por la calle, porque realmente no sé qué decirles, no sé cómo explicarles lo que pasa en este deporte.

¿Porque la gente corriente no tiene ni idea de lo que hay detrás de todo esto?

No, claro, la gente normalmente no sabe que es la CPA, ni que los patrocinadores han pagado un dineral para que sus ciclistas corran el UCI ProTour. Saben, porque lo han oído en la tele o lo han visto en los periódicos, que a uno le han pillado con las manos en la masa y que a otro lo van a sancionar, y claro, se creen que este es un deporte de delincuentes. Ahora, lo que no saben es que un ciclista sufre muchísimos controles en las carreras y por sorpresa, ni que tiene que estar localizable los 365 días del año… Por eso, cuando yo estoy entrenando y se me junta un chavalín de 16 o 17 años me dan ganas de decirle: “mira, mejor cambia de deporte, porque cuando llegues donde yo estoy tendrás que conectarte con tu ordenador a un programa que se llama Adams y decir dónde vas y dónde no vas a estar al día siguiente… ¿Cómo puedo explicarle eso a un chaval que quiere ser ciclista? Si le digo eso pensará que somos casi como esos delincuentes que tienen que presentarse a dar parte diario en la comisaría.

¿Entonces hay razones para ser pesimistas?

Sí, claro que sí, pero también para lo contrario. Yo cuando salgo a andar en bici veo muchísima gente practicando el ciclismo, síntoma de que este todavía es un deporte que atrae a la gente. Entonces, lo que habría que pedir a los que dirigen el ciclismo es que tuvieran más cabeza, y a los patrocinadores que invierten en ciclismo, pedirles que, a pesar de todo lo que está pasando, no tiren la toalla. Dicen en mi tierra que “es de bien nacidos ser agradecidos”, y por eso creo que en momentos como estos es cuando hay que agradecer a los patrocinadores el esfuerzo que hacen por mantener a tantas y tantas familias que viven de este deporte. En muchas ocasiones los sponsors de este deporte son enamorados del mismo, gente como en su día Squinzi y ahora Paolo dal Lago, mi patrón en Liquigas. Ellos son los que mantienen vivo este deporte, aunque eso se olvide demasiado pronto. Gente que pone el dinero para que luego venga otro y le diga dónde puede o no puede correr su equipo.